Una instalación Solar realizada con materiales de primera calidad (lo cual no quiere decir, necesariamente, de muy elevado precio) concienzudamente montada y revisada, debe ser capaz de tener una vida útil de 25 años, con un razonable mantenimiento y algunas reparaciones inevitables.
Se considerará que una instalación habrá finalizado su vida útil cuando los gastos de mantenimiento hayan crecido desmesuradamente, o cuando para continuar su funcionamiento con unas prestaciones aceptables, exija reparaciones o sustituciones cuyo coste económico sea tan alto que pueda considerarse la opción de realizar una inversión en una nueva instalación.
Mucho antes de que la instalación finalice su vida útil, habrá devuelto con creces al propietario de la misma la inversión que realizó en su día.
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